Son muchas ya las posturas técnicas que muestran los aspectos negativos
de los transgénicos, aunque el círculo empresarial/científico que
ostenta el poder a nivel mundial niegue todavía aceptar (o publicar)
sobre las contraindicaciones de su consumo, sin contar las referidas a
su producción. “No se ha comprobado que son perjudiciales”, se dice,
pues no se puede decir que son beneficiosos. Esto nos recuerda cómo la
revolución verde fue promocionada como la solución del hambre mundial
durante la década de los 60, cuando en realidad fue la introducción y
desenvolvimiento de una cadena de técnicas que podían ser comercialmente
explotadas. Todos los elementos importantes de conocimiento local
productivo-tecnológico fueron desvirtuados e inferiorizados, lo que
significa una pérdida de incalculable valor para la humanidad. A pesar
de estas y otras tendencias del desarrollo en general y la revolución
verde en particular, y sus componentes tecnológicos (e ideológicos
obviamente), se les sigue impulsando en nuevas facetas que ahora, al
igual que en ese entonces, son aplaudidas como soluciones al hambre y la
pobreza.
Y ha sido tan constante y sostenido el devenir de estas
propensiones del desarrollo que ahora ya no nos impresiona saber que
cuando a una niña o niño de las tantas ciudades alrededor del orbe se le
pregunta ¿de dónde vienen los alimentos?, éste o ésta responde: “de la
nevera” o “del supermercado”. Lo primordial del dilema de los
transgénicos gira precisamente en torno al desconocimiento-olvido de la
respuesta a esta pregunta y se circunscribe a la profundización de ese
estado de adormilamiento que oculta en nuestro ser la vivencia de una
filosofía y paradigma que pertenecía (y aún pertenece) a un estilo de
vida distinto al propuesto por la agroindustria-biotecnología.
En este contexto, los transgénicos son la extensión de la filosofía del
modelo de producción agroindustrial que concentra toda la cadena de
producción en pocas manos permitiendo el manejo total de la oferta de
alimentos a la población, erosionando su propia capacidad de producir.
Este hecho inicia a partir del cambio de variedades de semillas locales
por las de las semillas de la revolución verde, hecho que ha herido de
muerte al sistema tradicional de interdependencia solidaria entre
distintos productores, basado en el intercambio de conocimiento y de
insumos, así como en la ayuda comunitaria en las labores agrícolas, y lo
ha reemplazado por una alternativa individualista que no permite los
intercambios de semillas y otros insumos ya que éstos tienen patentes
que convierten a las empresas transnacionales en únicas dueñas y
señoras, hecho que les da, solamente a ellas, la potestad de decidir a
quién vender las semillas; y en caso que un pequeño productor opte por
repartirlas entre sus vecinos, se atiene a las multas y sanciones
legales establecidos por ley. De este modo, las grandes transnacionales
monopolizan el conocimiento de producción alimentaria en oligopolios
cada vez más concentrados, dejando sin oportunidades económicas a los
pequeños productores y a los consumidores, ya que los alimentos son cada
vez más caros, pues los precios los imponen los pocos dueños de las
semillas que alimentan al mundo.
Así, se da el cambio de
sistemas controlados por los campesinos, a sistemas controlados por las
corporaciones de agroquímicos y semillas y, por ende, por los institutos
internacionales de investigacióni.
"Las semillas, de haber sido un recurso libre que se reproducía en la
propia chacra se transformaron en un insumo caro que debía ser comprado.
Los países pobres y los campesinos tuvieron que endeudarse para
utilizar las nuevas semillas y los campesinos terminaron en las manos de
los bancos y los proveedores de agroquímicos, que una vez establecido
su monopolio hicieron subir los precios; por ejemplo, entre fines de los
60 y principios de los 80, el precio de los fertilizantes se incrementó
en 600%"ii.
Bajo este paraguas, los transgénicos son una medida que implica la
inserción progresiva, sostenida y segura de nuevas formas de destrucción
de filosofías y culturas de la producción de semillas y alimentos, de
aniquilación de diversidades de semillas y de involución del ser humano
que cada vez tiene menos opciones alimentarias debido a la
uniformización de las mismas. De ese modo, se establecen mecanismos de
re-colonización inherentes al modelo de desarrollo.
Quien
pretende anular la emergencia creciente de movimientos y sentimientos
anti-sistémicos, debe controlar la alimentación de la humanidad a nivel
de todo el globo terrestre. Como un excelente ejemplo de este mecanismo
tenemos a la población norteamericana que sufre en gran parte de una
aguda deficiencia alimenticia reflejada especialmente en la obesidad.
Una persona con problemas de obesidad, sometida a una involución
biológica y genética progresiva a través de su dieta alimenticia, se
convierte en un ser con discapacidad para oponerse al sistema de vida
que le enferma. No es casual que una sociedad como la americana se vea
en la constante necesidad de robar cerebros del tercer mundo, cuya
población aun conserva cierta salud biológica y mental proveniente de
sus posibilidades de alimentación.
Tenemos entonces que los
transgénicos aceleran el proceso de descampesinización del mundo ligado a
la destrucción de los vestigios de esa nueva-vieja filosofía de unidad
del ser con la realidad que se presenta como una alternativa al modelo
de no unidad propuesto por el modelo de la agroindustria.
A
este respecto debemos decir que es indispensable detenernos un momento
en el escenario de la manipulación genética para producción de alimentos
y hacer una breve comparación con la "manipulación" cultural e
ideológica. Ambas son estrategias de colonización del ser humano y de
los seres de la naturaleza en tanto las dos responden a la lógica de la
homogeneización de la identidad. En tanto la homogeneización cultural
responde a la imposición de la cultura occidental para romper con la
diversidad de culturas y lograr una monocultura globalizada que permita
una más fácil dominación cultural, la homogeneización de los alimentos
(y de la biodiversidad) responde a la lógica del monocultivo que hace
que un tipo o un número reducido de semillas implique la desaparición de
la virtuosa variedad de semillas pre-existentes. Por ejemplo, tenemos
que la diversidad agrícola genética de tipos de maíz, de papa y de otros
vegetales está desapareciendo. Si bien antes cada población tenía una
cultura específica y ciertas variedades de alimentos, las cuales eran
intercambiadas con otras culturas que ofrecían otras diversidades y
variedades de alimentos, ahora tanto la cultura como los alimentos son
prácticamente homogéneos en el mundo entero. Así como la biodiversidad
desaparece gracias a la incorporación de nuevas tecnologías abocadas a
proveer a las elites sociales nuevos modelos de opresión y lucro, la
especie humana pierde su diversidad de identidades. Y considerando que
"uno es lo que come" la biotecnología utilizada para abrir mercado no es
más que un mecanismo que da mayor viabilidad al proyecto colonizador de
mono-cultura y mono-identidad.
Los transgénicos son parte
fundamental de esta nueva etapa de dominación en el devenir histórico en
la que la producción y distribución de la alimentación son ejes para
dominar la identidad, a partir de la desbiologización de la tierra, de
los alimentos y por consecuencia del ser humano. La depravación de los
avances tecnológicos vertidos del marco recolonial del
Neo-neoliberalismo expresado mañosamente en la industria biotecnológica
sólo ha dado continuidad al intento inicial del capitalismo, a partir de
la revolución verde, de erradicar la agricultura campesina basada en la
autoproducción y en la diversidad de formas de producción, para
implantarla por una sola lógica de producción basada en la concentración
de los medios de producción (tierra, territorio, agua, maquinaria,
insumos agrícolas, etc.) y distribución de alimentos. Actualmente y bajo
esta lógica los proveedores de insumos agrícolas (plaguicidas
fertilizantes y demás) están en contubernio con los creadores y
distribuidores de semillas genéticamente modificadas que sirven, además,
para alimentar a los animales de crianza, los que, vale la pena
recalcar, ahora se crían en cubículos toda su vida, sin ningún tipo de
cariño ni respeto a su identidad; ya ni siquiera se requiere ejercer la
actividad del pastoreo, con lo que se completa la cadena de destrucción
de la identidad del campesino.
De este modo y a paso seguro, se
concentra en pocas manos el dominio de la totalidad de la cadena de
producción alimentaria para decidir, en un futuro cercano, quién come y
quién no. Incluye esta concentración a los mecanismos de investigación
que se realizan muchas veces en las mismas empresas productoras o por
instituciones contratadas por éstas. Cabe resaltar que en estos casos
generalmente las investigaciones muestran inocuidad de los alimentos
transgénicos y que algunos grupos independientes de investigadores,
contradictoriamente, encuentran otra información asociada a efectos
negativos en la saludiii.
Como resultado de este modelo colonizador de la biología, la mente y el
sentimiento de todos los seres de la realidad, la crisis alimentaria
que se está viviendo a nivel mundial ha adquirido una mesura nunca antes
vista en la historia –nótese que el paradigma del desarrollo, a pesar
de su promesa de brindar grandes beneficios a todo el mundo, ha
ocasionado una crisis inconcebible–. Como lo dijo muy sabiamente el jefe
Seattle, de la tribu Suwamish, al Presidente de EEUU, Franklin Pierce
en 1854iv,
la vorágine del ser humano occidental depara un futuro que contiene un
destino infernal; " la vida ha terminado, ahora empieza la
supervivencia" v, dijo el jefe Seatlle hace tanto tiempo.
En el lapso de unas cuantas generaciones se está gestionando la total
dependencia alimentaria de la población, en su totalidad, a pocas
empresas que aglutinan casi toda la cadena alimentaria, desde la
producción hasta la ingestión de alimentos, rompiendo con todo el
conocimiento de autoproducción, adaptación y sabiduría que la humanidad
ha generado en miles de generaciones. Sin considerar la amalgama de
consecuencias a la salud humana pública por la uniformización de los
alimentos.
Finalmente, debemos decir que gran parte de los
alimentos en nuestro país contienen aditivos de toda índole y son parte
diaria de la dieta. La población ha aceptado (de alguna manera) este
hecho y los transgénicos son un elemento más. Si bien existen
movimientos de resistencia e individualidades que buscan alimentos lo
más puros y sanos posibles, la mayor parte de la oferta está dada por la
agroindustria y su filosofía extractiva basada en la búsqueda de la
mayor producción posible para generar la mayor ganancia posible, a pesar
de la erosión de la tierra, la deforestación y la contaminación.
Los transgénicos son una cara más de la filosofía de no unidad del ser
humano con la naturaleza y la realidad que continúa expandiéndose a cada
rincón del globo terrestre y que busca erradicar en su totalidad
aquella otra filosofía de unidad que asume que el alimento es un ser
vivo con el que el ser humano se relaciona en complementación y, al cual
no se puede manipular inescrupulosamente, pues la unidad inquebrantable
de ambos genera nada más que la automanipulación del ser humano mismo.
La filosofía inherente a los transgénicos concibe a la naturaleza como
un bien manipulable para satisfacer las necesidades de la acumulación de
capital y, por ende, también concibe así al propio ser humano. La
solución al hambre en el mundo pasa, precisamente, por un cambio rotundo
de esta filosofía y paradigma tanto a nivel individual como colectivo.
Y volviendo a la pregunta con la que iniciamos el ensayo referida a la
procedencia de los alimentos y al desconocimiento de las niñas y niños
en la actualidad de la respuesta a la misma pues asumen que provienen de
un supermercado o el refrigerador, debemos decir que es un ejemplo que
expresa claramente el componente filosófico del que hemos venido
hablando. Estos niños son hijos de la realidad, que vivimos cada vez con
mayor intensidad, basada en la destrucción definitiva de la relación
íntima y unificada del ser humano con el alimento a la hora de
producirlo y consumirlo, y viven en un mundo en el que el ser humano y
los alimentos se convierten cada vez más en extraños y ajenos mutuos. Ya
no sabemos cómo se producen nuestros alimentos, ni quiénes lo hacen, ni
con qué lo hacen. Es decir, no sabemos qué comemos y, en tanto uno es
lo que come, entonces no sabemos qué somos. De este modo, rompemos en
nuestro interior la posibilidad de autoreproducirnos como seres a través
de nuestra alimentación y dejamos, totalmente, en manos de otros esta
tarea. Lastimosamente estos otros no se mueven precisamente por una
filosofía de unidad y complementación del ser humano con la
alimentación, sino, más bien, por una filosofía de rompimiento de esta
unidad para lucrar de ella.
No queda más que expresar lo sentido
y actuar para frenar la introducción de otros productos transgénicos en
el país, en tanto la soya transgénica es ya una realidad.
i
Engdahl, F. W. (2007, December 4). "Doomsday Seed Vault" in the
Arctic. Bill Gates, Rockefeller and the GMO giants know something we
don’t. Global Research, http://www.globalresearch.ca/ .
ii Lappé, F. M., & Collins, J. (1986, 1991). Tolv Myter om Världenssvälten. Stockholm: Verbum Förlag AB.
iii Carvajal, Roger. “Alimentos transgénicos otra vez en la mesa de discusión”. Bolpress. 15/06/2011. http://www.bolpress.com/print.php?Cod=2011061406&p=1
iv
Jefe Seattle, de la tribu Suwamish, al Presidente de EEUU, Franklin
Pierce en 1854. Un extracto " Sabemos que el hombre blanco no comprende
nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo
significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la
noche y extrae de la tierra aquello que necesita. La tierra no es su
hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino.
Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa. Roba de la
tierra aquello que sería de sus hijos y no le importa. La sepultura de
su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a
la tierra, a su hermano y al cielo como cosas que puedan ser
compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. Su
apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto."
v Otro extracto de la carta del Jefe Seattle.
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